(*) Del libro: El derecho a soñar de Gaston Bachelard
24 septiembre 2010
(*)Gaston Bachelard
En el umbral de un artículo, tal vez fuera bueno crear una palabra nueva. Sin palabra nueva nada se gana para el artículo. La radio es un problema enteramente cósmico: todo el planeta habla de ella. Pero nos será necesario definir un concepto.El concepto es el siguiente: los bergsonianos han hablado de una biosfera, es decir, de una capa viva en que hay bosques, animales e incluso hombres. Los idealistas han hablado de la noosfera, que es una esfera de pensamiento. Se ha hablado de la estratosfera, de la ionosfera: felizmente, la radio se beneficia con una capa ionizada. ¿Cuál es la palabra conveniente para ese término mundial? Es la logosfera. Todos nosotros hablamos en la logosfera. Todos somos ciudadanos de la logosfera.La radio es en verdad la realización integral, la realización cotidiana de la psique humana. El problema que se plantea al respecto no es pura y simplemente un problema de comunicación; no es simplemente un problema de información; pero, de una manera cotidiana, dentro de las necesidades no sólo de información sino también de valor humano, la radio se encarga de presentar lo que es la psique humana.En la psique humana se encuentran de manera natural valores claros. En el siglo XX, estamos constituyendo una especie de palabra universal: todas las lenguas vienen a hablar, pero no se confunden; no es una Torre de Babel; por el contrario se trata de una clasificación, de una limitación muy social de todas las longitudes de onda, de manera que todo el mundo pueda hablar sin turbarse. Antes de fines del siglo XVIII se hablaba de las conversaciones de café: eran sumamente confusas; se habla de un rincón del café y no se oye en el otro. Pero en el mundo universal animado por la radio, todo el mundo se oye y todo el mundo puede escucharse en paz.Realización completa de la psique humana. En consecuencia, es necesario irse hacia la base, es necesario ir hacia los principios del inconsciente. Es necesario descubrir en el inconsciente las bases de la originalidad humana.La radio es una función de originalidad. No puede repetirse. Día con día debe crear algo nuevo. No es simplemente una función que transmita verdades e informaciones. Debe tener una vida autónoma en esta logosfera, en este universo de la palabra, en esta palabra cósmica que es una nueva realidad en el hombre. Es necesario que vaya a buscar al fondo humano principios de originalidad.Lo cual será una paradoja. Pues si la radio debe encontrar temas de originalidad, no debe ser fantasista. La hora de la fantasía es una hora particular, es un valor enteramente accidental. Tiene su hora: es necesario que el mundo se divierta, que los padres y los hijos tengan su hora de relajamiento. Pero la fantasía no lo es todo. Cuando un filósofo como Kierkegaard dice que el mundo empieza por lo fantástico, dice una palabra fácil de desenmascarar. Pero es necesario que el hombre posea cada día esa fuerza de lo fantástico. ¿Dónde la encontrará?La encontrará en el fondo de su inconsciente. Por tanto es necesario que la radio encuentre el modo de hacer comulgar a los “inconscientes”. Mediante ellos va a encontrar cierta universalidad, y por ese motivo se crea una paradoja: el inconsciente es algo que conocemos mal.He ahí entonces el problema medular: ¿es posible que se instauren horas de radio, que se desarrollen temas de radio vinculados al inconsciente, que en cada onda va a encontrar el principio del ensueño?Sería bueno que, junto al ingeniero de antena, hubiese un ingeniero- todavía está por crearse la palabra después del concepto-, un ingeniero psíquico.Hay indicativos que son bromas sonoras pesadas, que lastiman al oído, que rechinan, que se instalan en el inconsciente y dan pesadillas.Sería necesario cambiar indicativos, habría que suavizarlos: “¡Suavidad antes que nada!”, podría decirse al principio de una emisión.Por tanto, es mediante el inconsciente como se puede realizar esa solidaridad de los ciudadanos de la logosfera que poseen los mismos valores, la misma voluntad de suavidad, la misma voluntad de sueño. Si la radio supiera dar horas de descanso, horas de calma, sería saludable ese sueño radiodifundido. Algunos dirán: “¡Vaya! ¡Es la hora de los soñadores! Las personas enérgicas no la escucharan jamás.” Pero se necesita que haya la hora de los soñadores, que haya la hora de la calma. La radio es una realización integral de la psique humana, es necesario que encuentre la hora y el método que harán comulgar a todos los psiquismos en una filosofía del reposo.A fin de ilustrar ese pensamiento, se trata de poner un ejemplo: el tema de la casa. Es un arquetipo: es un tema de verdad arraigado en el psiquismo de cada individuo. Desarrollarlo es hacer comprender que ya no existe lo pintoresco, que lo pintoresco es precisamente lo fantástico, es divertimiento, que debe despertar algo en el espíritu del individuo. Se le puede atraer a soñar con un domicilio, con el interior de una casa. Se le pueden evocar sus recuerdos de infancia. Pero no se trata de una regresión, de volver a dichas olvidadas y sepultadas. Se trata de mostrar poco a poco al oyente la esencia del sueño íntimo. Por eso conviene perfectamente el tema de la casa, que es el lugar de la intimidad.Basta con hacer la experiencia al respecto para darse cuenta e que, por el ancho mundo y entre personas de muy distinta cultura, existe un arquetipo casa.Esa noción de arquetipo es extremadamente importante en filosofía psicoanalítica. Pero entre algunos psicoanalistas tiene mal cuño. ¡Sin duda porque es la teoría de Hobbes y porque Hobbes es un idealista!Por tanto, hablar de la casa a quienquiera que sea. Hablar de ella tranquilamente. Hablar de ella por radio, en el momento en que no se ve al individuo, en el momento en que él no ve a nadie. Pues la ausencia de un rostro que habla no significa inferioridad; significa superioridad; lo cual es precisamente el eje de la intimidad, la perspectiva de la intimidad que va a abrirse.Un oyente es el norte, del Mediodía, otro es del este, del oeste. Pero cada uno de ellos posee un arquetipo de casa natal: Hay entonces algo más profundo que la casa natal, algo que en un libro se llama la casa onírica, la casa de nuestros sueños.Si se quiere enseñar, radiodifundir el ensueño, y llegar a un público, pongámoslo en una casa, en un rincón de esta casa, en un reducto, tal vez en el desván, tal vez en el sótano, tal vez en un corredor, en algo sumamente modesto, pues hay un principio de ensoñación: se trata del principio de la modestia del refugio.En su libro Le Vieux Serviteur, Henri Bachelin recuerda su vida de infancia, aquella pequeña casa cuyo dueño no es papá Bachelin, un hombre de jornal. Hay un sótano con sapos, un desván con ratas. Cae la noche. Es la noche de invierno en que se crea, precisamente el principio de intimidad. El autor explica todo el encanto de oír roncar la estufa. Y pronuncia estas grandes palabras: ”Tenía la impresión de estar en una cabaña de carbonero. Estaba en una casa bien construida, donde desde luego había lo necesario para sentirse tranquilo, para estar muy feliz y al abrigo.” Pero no; estaba en la cabaña de carbonero y agrega: “Me gustaba soñar.” Estaba en una ciudad pequeña donde no había lobos, pero a él le gustaba soñar con el lobo “que venía a rascar el quicio de granito de la casa”.En verdad existe un principio de interioridad. Se necesita encontrar algo enteramente modesto, pobre. Séneca hablaba de un dormitorio de pobre: él no podía hacer filosofía en el palacio de Nerón, él iba a hacerla en un dormitorio donde se acostaba sobre la paja, y era así como enseñaba el estoicismo.Más aún, Charles Baudoin informa que las vacas se vuelven neurasténicas cuando los establos tienen demasiada luz. Necesitan un buen establo donde todavía haya telas de araña en los vidrios. Sin lo cual no dan buena leche. La vaca también tiene un principio de interioridad. Quiere su casa, ese modesto medio profundo donde vive el inconsciente.En ese medio modesto, en el dormitorio de pobre de Séneca, hay que hacer soñar al oyente. Hay que darle ese tipo de ensueño. Poco a poco, oye, pero no escucha más. La voz del locutor lo empuja detrás de los hombros y le dice: “Ve, ve al fondo de ti mismo. Por mi parte, sigo mi camino, pero no exactamente así. Mi pueblo era soleado, pero yo busqué rincones de sombra. Entramos en la noche: empezamos precisamente el camino de los sueños.”La radio da al oyente la impresión de un reposo absoluto, de un reposo arraigado. El hombre es una planta que se puede transplantar, pero siempre es necesario que eche raíces. Ha echado raíces en la imagen presentada por el locutor. Hará florecer una flor humana. Sabrá, precisamente, que posee un inconsciente. Se le acaban de traducir cosas claras en una forma oscura. Es necesario buscar un poco lo oscuro. En un texto como este: “Busco a mi madre y te encuentro a ti, oh casa”, hay un sentido de calor intimo conservado. Estamos en presencia de un arquetipo.¿Está la radio provista de esa posibilidad de transmitir arquetipos? ¿No estaría más calificado en un libro? Probablemente no: un libro es algo que se cierra, que se vuelve a abrir, que no viene a nuestro encuentro en la soledad, que no viene a imponernos su soledad. Por el contrario, la radio está segura de imponernos soledades. No siempre naturalmente. No se trata de escuchar ese tipo de emisiones en una sala de baile, en un salón. Habría que escucharlo no digamos en una choza, sería pedir demasiado, sino en una habitación solitaria, a la hora de la noche en que se tiene el derecho y el deber de llenarse de calma y de reposo. La radio tiene todo lo necesario para hablar en la soledad. No tiene necesidad de rostro alguno.El oyente se encuentra ante un aparato. Se encuentra en una soledad aún no constituida. La radio viene a constituirla, en torno a una imagen que no es suya, que es de todo el mundo, a una imagen que es humana, que está en todos los psiquismos humanos. Nada de pintoresco, nada de diversión. La imagen viene tras unos sonidos, unos sonidos bien hechos.De ese modo podría tratarse el problema del insomnio: “¡Ah! ¡Cállese! No hable de su vecino, no hable de su mujer, ni de sus superiores, ni tampoco de sus inferiores. Vuelva a si mismo, alimente la poesía de sus arquetipos, venga a sus raíces. Va usted a dormir. Está precisamente en el plano del sueño que empieza y pronto estará en el plano de los sueños profundos, de los sueños que no serán pesadillas si usted ha dado adecuadamente a los arquetipos la belleza que les conviene.“Vea usted, allí están los arquetipos, en esa especie de plano de la radio inconsciente. Por mi parte, tengo las nubes, tengo el fuego, tengo el río, tengo los pantanos- los pantanos son importantes-, tengo el bosque, para no tener miedo del bosque, donde lo acostumbrado es perderse; la floresta materna puede acogerlo, o al menos acogerlo por una noche: en el bosque no hay lobos.”La radio está en verdad en posesión de extraordinarios sueños de vigilia. “Pero entonces, dirán algunos, ¿a quién servirá todo eso?” Evidentemente, a quienes lo necesitan. “¿A que hora hay que ponerlo? Por mi parte, tiene que ser a las ocho y media, porque yo me acuesto a las nueve.” Para los noctámbulos habría que ponerlo un poco más tarde, aunque los noctámbulos llevan todavía una vida tan agitada que aún no son capaces de recibir una buena filosofía del reposo. Así, habrá que cambiar de hora diariamente. Los lunes a las ocho y media; los martes a las nueve; el fin de semana a eso de las diez y media. Con ese sistema, cada quien tendrá cuando menos modo de dormir una buena noche por semana.Y si los ingenieros psíquicos de la radio son poetas que quieren el bien de la humanidad, la ternura del corazón, la dicha de amar, la fidelidad sensual del amor, prepararán buenas noches a sus radioescuchas.La radio debe hablar de la noche a las almas desdichadas, a las almas profundas: “No se trata de entrar en el mundo nocturno que tu vas a escoger.”
(*) Del libro: El derecho a soñar de Gaston Bachelard
(*) Del libro: El derecho a soñar de Gaston Bachelard
Etiquetas: gaston bachelard
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